Si ya de por sí es un reto competir cada fin de semana, el que asoma para el San Roque es extraordinario. Vayamos por parte. Primero están las ausencias, varias e importantes todas ellas. A saber. Moscardó, Ekedo, Rojas y Lobato, con la duda de Berrocal, entre algodones toda la semana. Como ven la primera mirada se posa en el entrenador, al que le ha tocado la china y vivir en primera persona un severo dolor de cabeza para recomponer la convocatoria y el equipo. Luego está el rival, de dulce desde que arrancó la Liga, hasta el punto que es colíder a pesar de estar recién ascendió y es como si estuviera compitiendo en Segunda B desde hace décadas. La Balompédica Linense tiene fundamentos y fútbol para descuadrar a cualquiera, por lo que el San Roque no es una excepción. Y por último, el precedente del último partido en casa. El equipo de Tevenet no pasó del empate y las sensaciones fueron mosqueantes, sobre todo porque no pudo con un rival de pelo y medio.
Así es la cita, cargada de trampas y de retos. Lleva el San Roque dos jornadas sin vencer y a la vuelta está la Copa, un escaparate del que no quiere bajarse el equipo lepero. No es momento de pensar en otra cosa que no sea el partido ante la Balona. Y tendrá que sacar el San Roque cosas que aún no hemos visto. Argumentos como el valor sin límite, la astucia y jugar con el tiempo como si de oro se tratase. Ganar es vencer a las circunstancias y llenarse de orgullo y moral para lo que viene. Es una cita grandiosa. Lo que hay en juego no tiene desperdicio alguno y por eso la afición responderá como siempre o más. La fuerza interior del San Roque tiene la palabra. Eso y la motivación extra del entrenador.
