Justo cuando peor lo tenía, en el momento más delicado en lo que va de temporada, el San Roque de Lepe se sacó de la chistera un partido extraordinario en concepción de los detalles, enormemente concentrado, y descuadró por completo a una Balompédica Linense que se las prometía muy felices y que tuvo que doblar la rodilla y el alma ante la demoledora pegada aurinegra, todo dirigido por un futbolista sublime, Jesús Rubio, autor de dos de los cuatro goles de su equipo y asistente oficial del reino, ya que fue el que dio los pases para los otros dos.
Era una tarde idónea para el sufrimiento por las bajas de Moscardó, Lobato, Rojas, Ekedo y Urko Arroyo y, sin embargo, fue primavera eterna en el Ciudad de Lepe. Arrancó el partido en medio de la duda de ambos por salir o quedarse. Con el San Roque moviéndose como más le gusta y disfruta, pendiente del contragolpe. A esas que la Balona no abría ni puertas ni fronteras, por lo que el juego se quedaba en nada, todo especulación en el centro del campo. Justo así hasta que Rubio agarró un balón de rachace dentro del área visitante y se inventó un penalti claro que él mismo transformó. El uno a cero cambió tornas y vientos. Ahora era la Balompédica la que tenía que salir y ahí le esperaba el cuadro de Tevenet, agazapado pero vivo. La primera parte acabó con uno a cero para los locales, por lo que todo quedaba a expensas de la segunda mitad.
Ahí, en esa parte del partido, fue cuando se vio la dimensión del San Roque al contragolpe. Marcó Óscar, de nuevo Rubio y después Morant para redondear una tarde inolvidable, con el público puesto en pie por la exhibición de su equipo. Además, la cita enseñó que hay jugadores por descubrir en la plantilla. Casos de Antelo, Morant, o Sergio Sánchez. Cuando menos se esperaba llegó el espectáculo, ante la Balona, que llegaba líder y salió revolcada por mor de un equipo serio y divino al contraataque que, impulsado por Rubio, de poesía pura, se dio un baño de moral para el partido de Copa en Andorra.
