Como cada año por estas fechas, el Cristo de la Sangre bajó de los cielos para estar cerca de Gibraleón, localidad que en abril de 1992 le declaró alcalde permanente y perpetuo con todos los honores que le son inherentes al cargo.
En este caso, la bajada, que tradicionalmente es multitudinaria, se hizo a puerta cerrada debido a la crisis sanitaria provocada por la pandemia de Covid-19.
En cualquier caso, fue igual de solemne y emotiva que siempre. A las ocho de la tarde, la Hermandad tenía todo preparado para que el Señor de Gibraleón bajase de las alturas como marca la tradición cuando se acerca el Jueves Santo.
Entre los asistentes, el vicepresidente, Francisco García Barbosa, quien subrayó la necesidad de que este acto se hiciese a puerta cerrada.
El Cristo de la Sangre, junto con la Virgen de la Soledad, con la que procesiona cada Jueves Santo, podrán ser visitados en los próximos días en la iglesia del Carmen.
Por segundo año consecutivo, el Cristo de la Sangre y la Virgen de la Soledad no podrán procesionar. Sin embargo, los cofrades, con una mezcla de pesar y resignación, esperan que el próximo año las circunstancias sanitarias permitan el desarrollo de una estación de penitencia que, cada año, llena de incienso y saetas las calles panturranas, que se quedan pequeñas al paso del Señor y los varios cientos de olontenses que siguen sus pasos.
