Tras casi 30 horas de procesión por las calles de Gibraleón, San Isidro fue introducido en la capilla de la calle que lleva su nombre. Se ponía así el broche final a unas fiestas marcadas por el masivo flujo de personas y en las que, por fortuna, la ausencia de incidentes ha sido la tónica general.
Tras la procesión, desde los balcones de la capilla tuvo lugar la última tirada de alimentos y regalos en general, que fue realizada por la hermana mayor saliente, María Medina, de 17 años, y su familia.
Posteriormente llevó el turno para los vivas y agradecimientos por parte del presidente de la hermandad, Seluded Martín, el párroco, Roberto Abeja, y el alcalde de la localidad, José Ramón Gómez Cueli.
Le siguió el esperado relevo de hermana mayor tras conocerse que será Jesica Chamorro la encargada de llevar la vara el próximo año.
El cambio de medalla de María Medina a su sucesora fue recibido con el aplauso por parte de la muchedumbre así como con las lágrimas de emoción de ambas.
La nueva hermana mayor se mostró muy satisfecha de la fiesta vivida este año y anunció que espera que la del próximo año sea aún mejor para ella dada su nueva responsabilidad.
Para el presidente de la hermandad, había que felicitar al pueblo en general por haberse volcado un año más con esta fiesta.
Por su lado, el alcalde destacó el esfuerzo de Protección Civil y Policía Local así como del servicio de limpieza que habían trabajado de forma intensa durante todo el fin de semana. De igual modo, felicitó a la Hermandad de San Isidro por el trabajo que viene desempeñando.
A lo largo del sábado y del domingo, San Isidro se ha paseado por la práctica totalidad de las calles olontenses, en las que las puertas de muchas casas se han abierto de par para agasajar al público con comida y bebida, siendo ésta una de las señas de identidad de esta fiesta.
Las fiestas comenzaron con el pregón y la posterior romería aunque es en la procesión del santo por las calles donde el pueblo se vuelca cada año.
